Con motivo del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, queremos compartir con vosotros el relato escrito por Aimar García de Baya, de 1º de E.S.O. B, para un concurso del programa de ajedrez AulaDjaque.
JAQUE
MATE
¡Otro día más!
Se levantó de la cama, como siempre, despacio, sin
ilusiones... Hacia ya unos años que su vida no le merecía la pena ,
ya nada era como antes... ¿Qué pasó?¿Cuándo empezó a cambiar
todo?¿Desde cuándo esa persona que compartía su vida ya no era la
misma? Ya no era cariñosa, amble, confidente, amiga... Sus
humillaciones retumbaban en sus oídos y sus golpes dolían en su
piel, se le erizaba el vello de tan solo pensarlo.
Ella tampoco era la misma, todo esto la había cambiado,
ya no era fuerte, poderosa, independiente, ahora era... nada.
Con una taza de café en la mano,se asomó por la
ventana. Fuera hacía un día maravilloso. El sol lucía
resplandeciente en un cielo azul claro y limpio. Los pájaros
cantaban alegres anunciando la primavera, cada uno con sus historias a cuestas ajenos a lo de los demás.
Fuera hacia sol pero en su corazón reinaba la más
profunda oscuridad. Se fijó y vio algo que ya hacia tiempo que no
utilizaba; su tablero de ajedrez. Su padre le enseño a jugar, la
hizo invencible, pero aquel hombre se encargó de destrozarla, de
humillarla.
Sin darse cuenta empezó a mover las piezas. Cogió un
peón, así se sentía ella, pequeña, insignificante. De pronto
pensó en su padre, tomó un alfil y empezó a recobrar fuerzas en
sus dedos. Observaba a ese rey implacable, rodeado de todos aquellos
que le protegían, pero sin saber como y moviendo el caballo y la
torre con la destreza que su padre le enseñó. Consiguió dar jaque
mate al rey con esa dama que había estado apartada a un lado y que
de pronto se volvió fuerte y poderosa otra vez. Comprendió que su
vida debía tomar el mismo rumbo que su partida de ajedrez.
Ella era la reina y a partir de ahora ningún rey
despreciable y vanidoso volverá a hundirla ni anularla jamás.
Lucía volvió a ser la reina de su vida. Hizo su
maleta, se llevó poco, pero sí se llevó su dignidad, su amor
propio y dejó para siempre el miedo, la vergüenza, la
humillación...
Su vida, igual que su partida de ajedrez estaba otra vez
formada. Su padre donde quiera que estuviese, estará orgulloso de
ella.
AIMAR GARCÍA DE BAYA 1º B